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“La Cultura de la Paz, Desplazados”

Por Pascual Hernandez Mergoldd

Por Transparencia

Cuando el odio desplaza a la razón, el resultado suele ser odio y divisiones irracionales.                                                      Al Gore

Un desplazado es una persona que se ha visto obligada a abandonar su hogar, sus tierras o su actividad económica, viéndose en la necesidad de moverse a otro sitio dentro del mismo territorio nacional, amenazada por la violencia, principalmente, por la pobreza extrema o por fenómenos naturales.

El fenómeno de los desplazados no es nuevo en México, ni exclusivo de nuestro país.

A pesar de que el Mandatario ha declarado que su gobierno “atiende como nunca” el tema de la inseguridad, los desplazamientos obligados por la creciente violencia aumentan constantemente, los resultados de ese esfuerzo gubernamental son imperceptibles por la sociedad.

Durante 2019 las personas desplazadas por la violencia fueron poco más de siete mil, durante 2020 casi diez mil y para 2021 el número fue cercano a las treinta. Es decir, se cuadruplicó el número de desplazados respecto del 2019 y se triplicó en comparación con el 2020.

La mayor parte de desplazamientos han ocurrido en comunidades de Chiapas, Chihuahua, Durango, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Oaxaca, Tamaulipas y Zacatecas, pero según el Presidente, “… son pocas, muy pocas las regiones en donde hay desplazados, no es el tiempo de antes; muy pocas”.

Miles de mexicanos desplazados por la violencia generada por el crimen organizado han abandonado el occidente del país para llegar a la frontera en Tijuana, donde buscan ingresar a Estados Unidos para obtener asilo y ayuda humanitaria.

En Michoacán se trata de un problema muy grave, donde la violencia propiciada por los cárteles del narcotráfico ha arreciado.

Esta es una muestra de la grave descomposición del tejido social que implica el sufrimiento de familias y personas inocentes que el gobierno no ha estado en condiciones de proteger.

El Índice de Paz México (IPM) ha señalado que la violencia costó en 2021, 4.9 billones de pesos y, en ese mismo año el gasto en seguridad pública se redujo en 9% y en el sistema judicial en 3%. En contraste, el gasto militar aumentó 15%, llegando a 167 mil millones de pesos. Sin embargo, no se pierda de vista que a las fuerzas armadas les asigna el gobierno, cada vez más tareas civiles ajenas a las tareas sustantivas del ejército, por lo que el aumento presupuestal debe estar relacionado con ello.

Es triste observar que México ocupa el puesto 140 en el Índice de Paz Global, dentro de 163 naciones. Pero también ocupa el sitio 76 en el Índice de Paz Positiva lo que significa que, a pesar de la crisis de seguridad pública, nuestro país cuenta con las condiciones sociales que le permitirían aspirar a una paz más sostenible.

Faltan respuestas de seguridad pública a cargo del Estado, urge su acción efectiva, no es posible que avance la destrucción del tejido social. El sociólogo Max Weber definió al Estado como el legítimo monopolio de la violencia. Es por ello que, en ejercicio de su autoridad, está obligado a proteger la vida, la integridad y las propiedades de las personas. Proteger de la violencia que ejercen los criminales individualmente y organizados.

En la actualidad el crimen organizado arrebata al Estado el monopolio de la violencia en México, impone la ley en cada vez más regiones.

Es conveniente recordar que el tejido social se compone por las comunidades que comparten valores, intereses o espacios y que crean pertenencia. Las comunidades más fácilmente identificables son las que corresponden a las ciudades, los poblados, las colonias, los barrios, las unidades habitacionales, los caseríos, las escuelas y las familias.

Los elementos que unen a los integrantes de cada comunidad los identifica, los hace ser y sentirse parte de una misma cultura, de una misma tradición, de un mismo tejido social.

El tejido social implica relaciones significativas que determinan y permiten a sus integrantes ser, estar, producir, crear y proyectarse en todos los ámbitos de interacción social como lo son la familia, la escuela y la comunidad en todas sus variantes.

Por todo lo que encierra el término tejido social es que resulta triste y preocupante que se continúe deshilachando, que avance su deterioro y que se relajen más sus distintos ámbitos. Los desplazamientos involuntarios están acabando con los tejidos sociales del país. Se está diluyendo la cultura de la paz.

Restaurar el tejido social y evitar el avance en su deterioro, es tarea de todos, pero en el caso de los desplazamientos por guerras entre cárteles, sólo corresponde al Estado. No es posible ni aceptable que las autoridades continúen permitiendo tan descomunales agresiones a poblados enteros y a sus habitantes.

Las instituciones básicas responsables de la socialización, que son la familia, la escuela y la comunidad, no pueden cumplir con el compromiso de propiciar el desarrollo integral de cada persona y la armonía de las relaciones de unos con otros, si están sometidas a injustos desplazamientos, en los que la autoridad los ha dejado solos.

La creciente y feroz furia del Mandatario, así como su cotidiana molestia en contra de sus críticos y “adversarios”, reflejan el estado de ánimo de los ciudadanos a quienes abruma la frustración, la crisis, los desplazamientos, sus enfermos y sus muertos.

Es hora de unirnos para exigir al gobierno su acción que proteja a todos de la violencia y de las adversidades que, al ser desplazados, socavan el tejido social.

Evitemos que avance el desgarramiento del tejido social de México, para ello la participación gubernamental es indispensable.

Es urgente rescatar la cultura de la paz.

*El autor es abogado, negociador y mediador.

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